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En la antigüedad como consecuencia de la frágil economía del país, se permitió la circulación de monedas extranjeras en todo el territorio. Para ello el rey Muhammad III ibn al Husayn (1293-1299 hégira) utilizó una contramarca que contenía números en árabe y una estrella. Esta marca se estampó sobre monedas de plata de 8 reales españolas, 5 francos de Napoleón y talers de la reina María Teresa I de Austria. También existen algunas contramarcas con la palabra “TÚNEZ” en árabe.30
Túnez tiene una economía diversa, donde los sectores de mayor importancia son la agricultura, minería, energía, turismo, petróleo y empresas manufactureras. A Túnez le faltan los inmensos recursos naturales de los países vecinos, pero la dirección económica cuidadosa y exitosa ha traído una prosperidad razonable. Los productos agrícolas principales son trigo, cebada, aceite de oliva y las frutas, pero necesitan importar gran cantidad de otros comestibles, particularmente en años de sequía que han sido frecuentes en los últimos años. Las tierras cultivables representan 4,9 millones de hectáreas, de los que 1,6 están destinadas a los cereales, otros 1,6 a los olivares y 0,4 a los campos irrigados.
Cuenta con minas de fosfato, hierro y cinc. Túnez es un exportador modesto de petróleo. El sector industrial procesa la mina de fosfato y trabaja productos químicos derivados del petróleo. Las recientes caídas del precio del petróleo y de los fosfatos han obligado al Gobierno a someterse a las directrices económicas del FMI, aceptando determinadas reformas a cambio de préstamos blandos. De acuerdo con el British Philip’s University Atlas del 2000, Túnez posee una reserva de fosfato en la parte central del país. El Gobierno ha recortado el gasto público, ha abolido el control del comercio e introducido medidas para hacer totalmente convertible al dinar.
A partir de los años 70, posicionado en sectores en los que su competitividad se veía mermada, como el textil, Túnez practicó un sistema de incentivos fiscales del que se aprovecharon los inversores aumentando la precariedad de sus asalariados. El turismo también inició una carrera a la baja, en detrimento de la calidad. Bajo la presidencia de Zine el-Abidine Ben Ali, los bancos públicos recibieron instrucciones de no exigir el reembolso de sus deudas para mantener a flote el sector y preservar los intereses de los clanes próximos al gobierno, propietarios de los hoteles. La liberalización de la economía comenzó en la década de 1980, a menudo en favor de redes cercanas al Gobierno: «Las privatizaciones han sido una oportunidad única para la depredación de los «clanes», pero también para la distribución de ventajas y rentas para la burguesía tradicional», subrayó la Red Euromediterránea de Derechos Humanos en 2011. La privatización consiste inicialmente en la venta de pequeñas y medianas empresas con un buen historial bancario a compradores tunecinos preseleccionados. La falta de preparación de varios sectores para la apertura de la economía hizo que se mantuviera un alto nivel de desempleo, que varía según las fuentes entre el 13% y el 20%.31
Según un informe del Banco Mundial publicado en 2014, gran parte de la normativa adoptada por el Gobierno bajo la presidencia de Zine El Abidine Ben Ali tenía como objetivo favorecer a un círculo de empresarios cercanos al poder. Tras la caída de su régimen, se creó una comisión de investigación que elaboró una lista de 114 personas, entre ellas Ben Ali, sus familiares y yernos, que se beneficiaron de esta corrupción institucionalizada. Los bienes incautados incluyen unas 550 propiedades, 48 embarcaciones y yates, 40 carteras de acciones y bonos, 367 cuentas bancarias y unas 400 empresas. Los expertos de la comisión estiman el valor del paquete en 13.000 millones de dólares, más de una cuarta parte del PIB de Túnez en 2011.32
Tras la revolución de 2011 que derrocó a Ben Ali, el mantenimiento de las políticas de austeridad (congelación de la contratación en la función pública, reducción de las subvenciones) y las reformas estructurales liberales (privatizaciones, independencia del banco central, apertura del mercado, etc.), aunque moderadas, redujeron el poder de regulación social del Estado, favoreciendo un aumento de las desigualdades. Así, el 10% de los tunecinos más ricos poseen el 40% de la renta nacional. Se señala especialmente el sistema fiscal: descrito a menudo como muy desigual, grava principalmente las rentas bajas, y la evasión fiscal es muy importante.